miércoles, 17 de octubre de 2007

CAPITULO II

Con mucha frecuencia sucedían robos y asesinatos de colonos y hasta de familias enteras. Todos los habitantes de esta población eran gente honrada y laboriosa, y estaban siendo perseguidos constantemente.
Los bandidos tenían como jefe a un sujeto de raza morena y de nombre Hilario, que era el terror de la comarca, no solo en el pueblo sino también en alrededores.
Una de las últimas victimas había sido el señor Baly, de origen francés, que tenía una chacra a unas tres cuartos de legua de del pueblo, vivía en su establecimiento junto a su esposa y un hijo de unos quince años de edad.
A unas quince cuadras en dirección oeste y sobre el margen izquierdo del río vivía Don José Perrín, también francés con otra chacra, pero si nombro a Perrín es porque en conversaciones mantenidas con el me relató un hecho que le pasó y que por entonces fue voz corriente.
Perrín, era un hombre muy enérgico. Si la memoria no me falla, este hecho ocurrió en el mes de julio de 1893, casi al atardecer. Por el camino que conduce a la casa del señor Perrín se vio venir a varios jinetes que se aproximaban a la casa; a la cabeza venía Hilario.
Al ver esto, Perrín llamó a su empleado y le dijo:”Cargue la escopeta rápido y quédese ahí y cuando vea que ellos atropellen y yo saque el revolver apunte bien y tire que la cosa es muy seria”.
Llamó a los niños y les dio instrucciones. Se quedó, después, en el medio del camino y a una distancia de los jinetes dio la voz de ¡Alto!.
Hilario y sus compinches se dieron cuenta de que Perrín y su empleado estaban armados y pararon. Después pidieron permiso para pasar a Perrín y ese les contestó que les daría pan y carne pero que se fueran a las barrancas del río y que ahí los encontrarían pero que no se aproximaran a más 800m porque les daría fuego.
Las palabras de Perrín dieron sus frutos, ya que los bandidos dieron media vuelta y se fueron sin siquiera tomar la carne y el pan, pero hacia la casa de Baly.
Cuando llegaron a la casa de Baly fueron, en cambio, atendidos amablemente. La señora pasó a la cocina a prepararles algo de cenar. Apenas había encendido el fuego, sintió ruidos de lucha y la voz de Baly que pedía ayuda. Rápido quiso ella salir hacia afuera, pero la puerta había sido fuertemente sujetada. Por un tragaluz reconoció a Hilario que, armado con un cuchillo de gran tamaño le proporcionaba puñaladas a su esposo en todas partes del cuerpo. Asustada y haciendo un esfuerzo sobrehumano derriba la puerta, pero se rompe un brazo, esquiva a Hilario y sale corriendo, y respaldada por la serenidad de la noche logra escapar. Los ladridos de los perros le sirvieron de guía para ponerse a salvo llegando a la casa de su vecino el señor Maggi, más no se animaba a gritar por miedo a Hilario. Al llegar a la casa fue atendida amablemente.
Al día siguiente el señor Baly fue encontrado en el suelo del patio de su casa, asesinado y con puñaladas por todo su cuerpo.
Los asesinos habían robado cuanto había de valor; alhajas que eran recuerdos de la familia, un reloj de oro, dinero y algunas ropas.

No hay comentarios: